pilar[Maria del Pilar Sáenz in Las 2 Orillas, Link, (CC-BY-SA)] Hace más de un año un anuncio de la universidad de Harvard estremeció a la comunidad académica: la universidad no estaba dispuesta a seguir pagando los altos costos que implica el acceso a las publicaciones de las editoriales de mayor prestigio, como Elsevier, que piden sumas elevadas para acceder a los artículos. El final de 2013 nos sorprendió con otra noticia aún más preocupante; en una ofensiva sin precedentes, Elsevier empezó a enviar cartas legales amparadas en la Ley de Copyright estadounidense pidiendo a todo el mundo, universidades, portales de publicación científica y hasta investigadores, que quitaran de sus sitios artículos que infringen sus derechos como editorial.

Lo que soporta el modelo de Elsevier es la necesidad de prestigio que hemos impuesto al trabajo de los investigadores. Para ser un investigador no basta con investigar, se debe publicar. Eso es lo que la mayoría de los sistemas de ciencia y tecnología exigen. Y publicar no es publicar en cualquier revista. Para que el artículo sea considerado como un “buen artículo” debe ser revisado por pares académicos que le den su aval y aprobación y ser publicado en una revista de prestigio.

Este proceso implica que los investigadores envíen sus artículos para que la revista considere si son o no publicables; la revista debe pasar el artículo a otros investigadores que hacen una revisión y aportan sugerencias y comentarios. Los revisores con su aval certifican que el artículo final tiene calidad de “publicable”. También existe un proceso que lleva a cabo un consejo editorial, en donde se toman las decisiones sobre los temas y materias que se publicarán y cuándo hacerlo. Todo esto es un arduo procedimiento que la editorial realiza y que supuestamente garantiza la calidad de la publicación. Suena bien, pero hay unos pequeños detalles que no pueden pasar desapercibidos: en general, los investigadores que hacen la revisión de artículos y son parte de los comités editoriales realizan estos trabajos sin obtener ningún pago más allá del reconocimiento y a los investigadores se les obliga a ceder sus derechos sobre sus artículos para que estos puedan ser manejados por la editorial que a su vez publica los artículos, vende el acceso a los mismos y se quedan con todas las ganancias.

Este es el sistema tradicional, el que alentamos cada vez que pedimos a los investigadores que publiquen en alguna revista indexada con reconocimiento internacional. Este es el sistema rechazado luego del anuncio de Harvard por 14.449 científicos en todo el mundo que hasta ahora han firmado comprometiéndose a no ser parte de él y que han encontrado en el acceso abierto una alternativa razonable, que está en camino de consolidación.

El movimiento de acceso abierto busca que los resultados de las investigaciones estén disponibles gratuitamente en línea para ser usados por todos en cualquier momento y lugar. El acceso abierto además busca solucionar problemas como el doble pago que en general deben hacer las universidades a la hora de considerar acceder a los resultados de las investigaciones. Algo que es todavía más grave si se habla de fondos públicos, como lo son la mayoría de los recursos destinados a la investigación.

Ilustremos esto con un ejemplo: consideremos un hipotético grupo de investigación en Colombia adscrito a una universidad pública que tiene financiación de Colciencias. Los fondos que recibe para financiar la investigación son fondos públicos, con estos se paga a los investigadores, se compran equipos y también se debe pagar los costos de acceder a publicaciones de otros investigadores. De hecho, puede que se tenga que pagar por acceder a publicaciones de los mismos integrantes del grupo que han tenido que ceder los derechos sobre sus artículos para publicar en revistas de prestigio para poder ser calificados como investigadores de alta calidad y tener las credenciales necesarias para acceder a la financiación. Una vez realizada la investigación se exige que publiquen sus hallazgos en revistas de prestigio, estas piden que cedan de nuevo sus derechos lo que hace en la práctica que para acceder a sus propias publicaciones para realizar futuras investigaciones estos mismos investigadores deberán pagar por sus propios artículos que ahora están publicados y gestionados por la editorial. Ese es el doble pago.

Lo terrible de la noticia de diciembre, es que muchos investigadores dejaban versiones libres de sus artículos disponibles en páginas personales, de redes académicas o de las universidades y precisamente son esas copias las que Elsevier está pidiendo que sean retiradas. Reclaman su derecho aún en contra de la voluntad del investigador. Obvio, esta petición está amparada por el contrato de cesión de derechos que deben firmar los investigadores en el momento de enviar sus artículos para ser publicados.

Como ya lo recordaba Harvard en su anuncio hace más de un año, hay que usar la alternativa. Apostemos por el acceso abierto.

@mapisaro


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